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Constituyente

¿Coherencia?

Coherencia es la actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan.

Algunos ciudadanos, interesados en construir un nuevo pacto social, favorable a los intereses y necesidades de la mayoría, habiendo reconocido la importancia de la unidad y afirmado que: ‘sin debate no hay democracia’, eluden el diálogo con otros que persiguen el mismo fin; porque ‘aún no es el momento, por no aprobar sus métodos de lucha, etc’; actitud contraria al discurso, que favorece al modelo que aseguran adversar.

Cuando se comparte uno o más objetivos, lo procedente es hablar, procurando todo cuanto propicie la unidad; lo peor e inconducente es centrar la atención en diferencias, que siempre habrá. La prédica del debate sin la práctica es absurda, porque la verdad social se construye en base a consensos y para ello el diálogo directo y claro es esencial para identificar puntos de coincidencia sobre los cuales construir un acuerdo de principios.

Concertar exige respeto, tolerancia y flexibilidad para hacer concesiones de carácter formal; ya que el bien común, inherente a la moral, impide transigir en principios. La coherencia, como la consistencia de los argumentos, al debatir las ideas, promueven la unidad, entretanto el dogmatismo, como la discriminación garantizan el rechazo y la exclusión. El patrimonio de la verdad y la razón no son atributos reservados a ninguna condición; ayuda sí, el decoro, para aceptar la validez de cualquier idea y la entereza de asumirla y defenderla como propia.

Reconocer el valor de una idea y rechazarla, además de hipocresía, es un gran irrespeto; como enseñara Quintiliano; la integridad moral condiciona la credibilidad, requisito fundamental para el servicio público. Nada más insultante a la dignidad del ser humano, que abrogarse el derecho de otros a expresar su opinión, no obstante, abundan autoproclamados ‘voceros de los que no tienen voz’. La participación ciudadana es la vía racional para perfeccionar la democracia, objetivo inasible mientras sigamos avalando los fallidos y obsoletos métodos de la Democracia Representativa, como el proceso electoral, garante permanente de fraudes.

Los demagogos, cómplices del modelo, que le tapa la boca a la mayoría de los ciudadanos, le tienen pavor a la participación, por eso los cómplices y beneficiarios de la partidocracia, con todos sus instrumentos de manipulación, rehúsan el debate; no obstante, lo recriminable sería que, quienes proponemos reemplazar las reglas del juego en las que se sustenta el engaño y la explotación de la mayoría, actuemos de la misma manera. Durante las protestas recientes del pueblo colonense, hubo críticas y descalificaciones, cuando lo racional era respaldar la iniciativa, por su legitimidad, y aportar a la unidad nacional.

El proceso Constituyente exige congruencia, seriedad y debate de todas las ideas y que la mayoría las apruebe o rechace; en eso consiste la expresión de la voluntad soberana del pueblo, única fuente capaz de legitimar el ejercicio del poder público. Deponemos prejuicios y nos unimos, en torno a una estrategia racional, como el referéndum por la Constituyente o aseguraremos la prevalencia del modelo promotor de las desigualdades existentes. Martí dijo: ‘De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace, ganémosla a pensamiento’. Los autócratas, fascistas y demás instrumentos, solo le temen a quienes sabiendo pensar, se unen…. La Constituyente es una sola, sin adjetivo ni condicionante alguno que la desvirtúe.

Procuraremos coherencia o seguiremos perpetuando la injusticia y las desigualdades. ¿Usted qué opina?

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