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Panamá: Un Gigante que Debe Levantarse

Por: Cristian Nieto Guerra – Docente universitario

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Panamá no es un país pequeño. Es un país grande en importancia, grande en historia y grande en posicionamiento geográfico. El mundo lo sabe. Las grandes potencias económicas, como los Estados Unidos y China, lo reconocen. Nuestro Canal es una arteria vital del comercio global, y su ubicación geográfica es un privilegio estratégico que muchas naciones quisieran tener y hasta envidian. Pero… ¿los panameños sabemos la gran importancia que tenemos para el mundo entero?

El Canal de Panamá, que une océanos y acorta distancias, nos recuerda cada día que este país tiene un papel fundamental en el mundo. No somos invisibles, ni somos irrelevantes. Pero para que Panamá realmente sea de los panameños, necesitamos conectarnos con la realidad que vivimos, dejar de ser simples espectadores y convertirnos en actores,creernos nuestro propio valor, defenderlo y, sobre todo, protegernos de los males que nos han frenado por décadas.

El enemigo interno: la corrupción

No podemos hablar de grandeza sin enfrentar una verdad incómoda: la corrupción nos está carcomiendo. Mientras el mundo confía en Panamá como un punto clave para el comercio internacional, muchos de nuestros líderes han utilizado su poder para saquear lo que nos pertenece a todos. Nos han robado oportunidades, salud, educación, calidad de vida han desviado recursos y han sembrado desesperanza en un pueblo que merece más.

Pero Panamá no es de los corruptos. Panamá es de los panameños honestos, de los trabajadores, de los que luchan por un mejor futuro. Si queremos un país donde nuestra riqueza beneficie a todos y no a unos pocos, tenemos que, en unidad, levantar la voz y exigir cambios reales.

Falsa justicia: magistrados adosados al legislativo y ejecutivo

En Panamá, la justicia no es ciega, sino selectiva. La falta de independencia entre los poderes del Estado ha convertido al sistema judicial en una herramienta al servicio de los poderosos, donde la impunidad reina para quienes tienen conexiones políticas y dinero, mientras que el pueblo común enfrenta todo el peso de la ley sin privilegios ni protecciones de sus garantías. La injerencia del Ejecutivo en los tribunales, la manipulación de leyes desde la Asamblea Nacional y el sometimiento de jueces a intereses ajenos a la justicia han creado un sistema donde los corruptos se protegen entre sí, asegurando su permanencia en el poder. Sin una verdadera separación de poderes, Panamá seguirá siendo un país donde la ley se dobla para unos y se impone con dureza para otros.

Una nueva Constitución para un nuevo Panamá

Las reglas del juego deben cambiar. No podemos seguir con un sistema que permite que los mismos de siempre se enriquezcan mientras el pueblo sufre. Panamá necesita una nueva Constitución que garantice justicia, transparencia y desarrollo equitativo. Un país donde los corruptos no tengan espacio para esconderse y donde el futuro se construya con cimientos de dignidad y respeto por el bien común.

Esta lucha no es de unos pocos, es de todos. Si el mundo reconoce la importancia de Panamá, nosotros también debemos hacerlo. No solo en el discurso, sino en la acción: informándonos, denunciando, exigiendo y participando.

Es momento de demostrar que somos un país con orgullo, con visión y con coraje. Que no nos conformamos con ser un simple paso entre dos océanos, sino que queremos ser un país donde la prosperidad no sea un privilegio, sino un derecho.

Panamá ya es grande. Ahora nos toca a los panameños demostrarlo, luchando por una nueva Constitución.

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