En aquel tiempo la educación tenía prioridad, pasábamos entre siete y ocho horas diarias en los planteles
A cincuenta y ocho años del 9 de enero de 1964, amerita poner en contexto, aquella gesta patriótica, constituida luego en punto de inflexión de nuestra historia. Al respecto, me permito unas breves reflexiones; cursaba yo, quinto año en el Instituto Nacional.
En aquel tiempo la educación tenía prioridad, pasábamos entre siete y ocho horas diarias en los planteles; el programa de enseñanza incluía Ética y Moral, Cívica, Historia de Panamá, Gobierno, Geografía, Historia de las Relaciones de Panamá con los Estados Unidos, Filosofía, Lógica, etc.
Había autoridad, calidad, consciencia, vocación de servicio y compromiso social, más que educadores eran forjadores de la juventud; de modo que la disciplina, la competencia y el rendimiento eran consustanciales al medio académico; operaba la selección natural, se reconocían los méritos, no había lugar para la mediocridad. Había organizaciones estudiantiles, donde el debate de las ideas y el análisis de la realidad social tenía lugar; lo cual explica y justifica el protagonismo de la juventud institutora en dicha jornada reivindicativa, dado el desarrollo del sentido de identidad nacional, de patria y de soberanía; comprendíamos el abuso contenido en la cláusula de perpetuidad de aquel oprobioso ‘tratado’; como la injusticia por el ejercicio de la jurisdicción de otro Estado, en nuestro territorio; gracias a que fuimos beneficiarios de una educación promotora de valores éticos y derechos ciudadanos.
La gesta heroica del 9 de enero habría sido imposible, con una educación como la actual, totalmente desmantelada y con financiamiento restringido por las Instituciones Financieras Internacionales, que califican a los fondos destinados al sector social, como factores de distorsión de la economía; argumentos falaces, avalados por gobiernos dóciles, que con el pretexto de reducir el déficit fiscal, los cumplen íntegramente, sin importarles generar una población adocenada, excluida y dependiente; incapaz de reconocer las causas de las desigualdades, generadas gracias a la minoría de apátridas que concentran el poder económico y político, que en complicidad con el capital financiero internacional, redujeron la calidad de la enseñanza, eliminando la doble jornada, las horas de clases y materias como filosofía, lógica, etc.; prohibiendo luego las organizaciones estudiantiles y suprimiendo, por ‘inconstitucional’, la obligatoriedad de la enseñanza de las Relaciones de Panamá con los Estados Unidos.
Ahora, con una administración signada por la corrupción, la Impunidad y su extrema incompetencia, que pisotearon la fementida estrella y continúan hipotecando el futuro de varias generaciones, que cerraron la universidad, hasta capaces son de conmemorar la fecha; lo que sería una contradicción, dado que el elemento esencial de aquella gloriosa gesta fue la calidad, el contenido y el carácter liberador de la educación existente, que tradujo una juventud consciente, deliberante y dispuesta hasta el sacrificio en defensa de valores, que tanto los corruptos como los cínicos, jamás comprenderán.
El mejor homenaje a la memoria de los mártires del 9 de enero del 1964 sería abrir la Universidad Nacional, reconocer el Sistema, integrado por el capital financiero internacional y su aliado, la Oligarquía criolla, verdaderos responsables del estado catastrófico de la educación nacional y del cortejo de secuelas económicas y sociales que caracterizan nuestra realidad nacional. La educación es un arma de construcción masiva; urge rescatarla para disponerla al servicio de los genuinos intereses de la ciudadanía.
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Autor: Leopoldo E. Santamaría
Profesión: Médico