La misma debe pasar, con posterioridad, a un nuevo plebiscito ratificatorio por parte del pueblo chileno
El domingo 25 de octubre pasado, el pueblo de Chile aprobó elaborar una nueva Constitución a través de una Convención Constituyente, con el 78% de los votantes ciudadanos de ese país.
La preparación de una nueva Carta Magna corresponderá a 155 convencionales integrada paritariamente (hombre/mujer) y con escaños reservados a los pueblos originarios, escogidos democráticamente por el voto popular, el próximo 11 de abril. Contarán con 9 meses hasta un año para redactar la normatividad constitucional, a partir de 0 (sin tener como base un texto preconstituido), la cual deberá ser aprobada por las 2/3 partes de los constituyentes. La misma debe pasar, con posterioridad, a un nuevo plebiscito ratificatorio por parte del pueblo chileno.
Esta nueva Constitución sustituirá a la vigente (1980), correspondiente a la dictadura pinochetista. No contiene mecanismos de auténtica participación ciudadana y es muy rígida en cuanto a las formalidades requeridas para modificar el texto constitucional, lo cual ha impedido la aprobación de reformas sociales sustanciales exigidas por la población.
El descontento de las mayorías chilenas ya se venía acumulando desde que expresó un enfático NO a la continuación del autoritarismo de Pinochet en 1988; pasando por las multitudinarias marchas de estudiantes de secundaria en pro del derecho a la educación de 2005; hasta el estallido social de octubre y noviembre del año pasado.
Estas últimas protestas tuvieron su origen en el aumento del pasaje del metro, pero incorporaron demandas de salud, educación, pensiones y redistribución del ingreso, que los diversos regímenes neoliberales les venían conculcando. La represión a las mismas fue bárbara: más de 30 muertos, 400 que perdieron su vista, 2,250 querellas de violaciones a Derechos Humanos en menos de un mes, llevando finalmente al acuerdo político de la mayoría de los partidos políticos y el gobierno, para la consulta ciudadana sobre la nueva Constitución.
En Panamá, en el 2019, para esas mismas fechas, la población en las calles, fundamentalmente los jóvenes, se manifestaba en contra del paquete de reformas constitucionales gatopardistas del Ejecutivo, logrando su retiro de la discusión legislativa. El Presidente maniobró políticamente convocando a un falso diálogo a través del PNUD, el cual no se ha realizado.
Hay que retomar la senda de cambios de fondo que requerimos, mediante una nueva Constitución, por la vía de la Constituyente Originaria, como ha sucedido en Chile.