“Detenemos la marcha hacia el despeñadero o los reformistas de la paralela, remendarán la manta, otra vez, para perpetuar la injusticia”
El fracaso de la actual administración ha sumido al país en la más profunda crisis de las tres últimas décadas; la corrupción generalizada, la inoperancia del sistema de administración de justicia, ahora con la judicialización de la política, el estado caótico e inoperante de los servicios públicos y el profundo deterioro de la economía, son indicadores que exigen concertar una acción ciudadana para rectificar el rumbo, antes que previsibles e indeseables consecuencias irrumpan el escenario.
Aún estamos a tiempo, no obstante se impone una lectura cuidadosa, porque ya algunos sostienen que: “debemos ponernos de acuerdo sobre cuáles son las reformas necesarias para la nueva constitución”, “necesitamos incorporar las reformas que nos guíen hacia un nuevo contrato social”; mensajes que coinciden con: “hoy más que nunca se hace necesario una reforma constitucional”, vertido por el expresidente, bajo cuya administración la partidocracia introdujo el Artículo 314. ¿Creerán que ya olvidamos el rechazo al intento infame de remendar la Constitución militarista? Pensarán que, como quienes votarán por primera vez, ni siquiera se enteraron, ahora sí lo lograrán y decidieron: “sumar fuerzas e identificar a los nuevos líderes”, para consumar el fraude.
El Art. 314 fue el Ardid de los reformistas, para invalidar la esencia del poder que emana del pueblo. Constituyente y paralela se excluyen mutuamente y poder mediatizado solo es ilusión, dado que anularía la legitimidad, conferida por la voluntad ciudadana.
Necesitamos consensos para crear estructuras nuevas y generar verdaderos cambios, no arreglos cosméticos; que luego el poder económico desmantela; como hacen cada cinco años, con las “elecciones”.
Lo que requerimos es una Constituyente, con plenos poderes, que llamamos ORIGINAL, para diferenciarla de la trampa llamada PARALELA, que NO es Constituyente. Si el poder emana del pueblo, debe permitir establecer los contrapesos que eviten los vicios generados por el poder basado en la voluntad de un puñado de delincuentes, que siempre terminan disponiéndolo al servicio de sus intereses y en detrimento del resto de la población. El poder público debe estar al servicio de las genuinas necesidades de la mayoría; para ello demandamos la quinta papeleta, NO para maquillar u oxigenar la fraudulenta Democracia Representativa, que no es ni una cosa ni la otra.
Sería absurdo seguir avalando los excesos de la Oligarquía, que controla al poder político y solo reemplaza a sus instrumentos, perpetuando así, las reglas que les garantiza usufructuar el patrimonio de la Nación, en claro perjuicio del resto de la población, que se ve forzada a sobrevivir en medio de las desigualdades que propician dichas estructuras.
Remendar consiste en reparar con parches o retazos, una prenda vieja, rota o inservible. No necesitamos títeres, para que cumplan los caprichos del amo. Las órdenes no deben venir, “desde más arriba”; el único patrón debe ser la mayoría y tal objetivo, sólo es posible por medio de la Constituyente, para ejercer el derecho a participar en las decisiones de los asuntos de Estado e igualmente para revocar el mandato a los corruptos y/o incompetentes.
Detenemos la marcha hacia el despeñadero o los reformistas de la paralela, remendarán la manta, otra vez, para perpetuar la injusticia. No más remiendos; basta de cuentos para atrapar incautos, como “por una Constituyente sin apellido”. Constituyente originaria, con plenos poderes. ¿Usted qué opina?
Autor: Leopoldo E. Santamaría
Profesión: Médico