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‘Quo vadis’ universidades públicas

Autor: Miguel Antonio Bernal V.
Profesión: Catedrático de Derecho Constitucional

La crisis de las universidades públicas en nuestro país no hace más que agravarse. Los acontecimientos de los últimos meses, en todos los claustros oficiales, evidencian que hay que ponerle un alto a la lamentable indiferencia ciudadana ante los mismos.

Todas y cada una de las universidades presentan situaciones que van más allá de lo tolerable por el grave daño a la educación superior. Todos y cada uno de los rectores y autoridades principales tienen una responsabilidad superior que los ciudadanos y las autoridades correspondientes no podemos seguir eludiendo. Sus administraciones han abandonado, no solo la academia, sino también la misión misma que corresponde a toda universidad en nuestros tiempos.

Recordemos el discurso, al inaugurarse la Universidad de Panamá el 7 de noviembre de 1935, del rector Octavio Mendez Pereira cuando afirmó: “En las naciones débiles y pequeñas como la nuestra, sobre las cuales se ciernen los nubarrones del imperialismo, cultura general, ciencia e investigación significan más que en ninguna otra, autonomía, personalidad y libertad efectivas. Por eso consideré siempre una obra del más elevado patriotismo la creación y formación de nuestra Universidad…”.

Nuestras universidades públicas han abandonado la sagrada misión que les corresponde, producto de la politiquería, el clientelismo, el conformismo, la corrupción, el nepotismo y la impunidad que en ellas impera. Han abandonado el academicismo y la sagrada misión de educar, para convertirse en refugio de un gran número de exponentes de la mediocridad.

Urge entonces abandonar dicha vorágine y encaminarnos hacia correctivos decisivos. Una Ley Orgánica para las universidades es, hoy por hoy, más que urgente para lograr que la educación superior cumpla con las necesidades que tiene el país de un formación seria y a la altura de los tiempos que recurren.

Seguir permitiendo lo que ocurre en las universidades públicas en la actualidad, sin proceder cuánto antes a buscar alternativas inmediatas de solución, es convertirse en cómplice activo de los que hoy se arropan con una malinterpretada autonomía para el logro de sus cotidianas fechorías.

¡Panamá no se merece esta situación en la que la corrupción ha remplazado al saber!

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