Autor: Cristian Nieto Guerra
Profesión: Docente de tecnología
La lucha de los panameños contra la corrupción no puede librarla eficazmente sin un cambio profundo en nuestras estructuras de poder. Y la única vía pacífica para lograrlo, es mediante un Proceso Constituyente, de todos, con todos y para todos.
En este día es oportuno levantar la voz no solo para denunciar un flagelo que devora los cimientos de nuestras instituciones, sino también para reafirmar nuestra esperanza en un futuro donde la integridad, la justicia y la democracia no sean aspiraciones lejanas, sino una realidad palpable en cada rincón de nuestra patria.
La corrupción es un enemigo silencioso y persistente que afecta a toda la sociedad. Erosionando los recursos, destruyendo la confianza y perpetuando la desigualdad, se ha infiltrado en todos los niveles de nuestras estructuras políticas y sociales. No es solo un delito es una traición a la confianza pública, un obstáculo para el progreso y un cáncer que debemos extirpar sin titubeos. No podemos tolerar más el robo descarado de los recursos que pertenecen al pueblo. No podemos permitir que la opacidad siga siendo la norma ni que los corruptos escapen de la justicia con impunidad.
La lucha contra la corrupción no puede librarse eficazmente sin un cambio profundo en nuestras estructuras de poder. Es por ello que hoy, en este espacio de reflexión y acción, se hace un llamado inequívoco a un Proceso Constituyente que nos conduzca hacia una nueva Constitución. Una carta magna que no sea un mero documento decorativo, sino un pacto vivo que garantice:
- Verdadera democracia: Donde la voz del pueblo sea el fundamento de cada decisión, libre de manipulaciones y del dominio de intereses oscuros.
- Independencia real de los poderes del Estado: Que cada órgano actúe con autonomía, sin interferencias, y como vigilante de los demás, en beneficio del bien común.
- Justicia certera y oportuna: Un sistema judicial eficiente, transparente y accesible, donde nadie esté por encima de la ley y donde las víctimas encuentren reparo inmediato.
Es imposible pensar que este cambio venga desde arriba. Es responsabilidad del pueblo soberano, quien tiene el poder de exigir, de proponer y de construir. Es el momento de organizarnos, de marchar en unidad y de hacer valer nuestra soberanía como ciudadanos. A través del diálogo, la movilización pacífica y la participación activa, podemos construir las bases para un futuro más justo.
No se trata solo de nosotros, sino de las generaciones que vienen detrás. ¿Qué legado queremos dejarles? Hoy podemos elegir: seguir atados a un sistema que perpetúa la corrupción, injusticia e impunidad, o dar el paso valiente hacia una sociedad donde cada ciudadano pueda mirar al futuro con esperanza de tener garantía de mejores días.
Hoy, en el Día Internacional contra la Corrupción, hacemos un juramento colectivo: no descansaremos hasta que la corrupción sea solo un recuerdo y la justicia, la democracia y la transparencia sean la esencia de nuestra sociedad. Y para lograrlo, un Proceso Constituyente es nuestra vía. Porque, como ciudadanos, somos el motor del cambio. Unidos, podemos transformar nuestra realidad.
¡Por un país libre de corrupción! ¡Por una Constitución que sea el alma de una verdadera democracia!
¡Por el presente y el futuro que merecemos, se hace URGENTE la unidad ciudadana y juntos caminar hacia adelante con valentía y determinación!