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Fue el 19 de diciembre

Hace 42 años tras la llegada del Sha de Irán a Panamá, que fue una imposición de Jimmy Carter, aceptada con sumo agrado por Torrijos, las protestas en Panamá no se hicieron esperar

Varios comentaristas radiales convocamos a una manifestación pacífica para el miércoles 19 de diciembre de 1979, ante la Iglesia Don Bosco, en repudio a su presencia. El día anterior, el G-2 había secuestrado a Betito Quirós con intención de matarlo… Comenzamos a reunirnos en el atrio de la Iglesia. A distancia, numerosos radiopatrullas y motociclistas de la Guardia Nacional, todos con arreos de combate.  Presente cantidad de agentes del G-2, la mayoría de ellos de civil.

Los mayores Julián Melo y Roberto Armijo comunicaron que «por órdenes superiores la manifestación no podía celebrarse».  Al solicitarles que mostraran la orden legal, su respuesta fue que si había manifestación, «pagarán las consecuencias«. 

Al agruparnos para marchar, más de 20 motorcicletas del tránsito,  avanzaban hacia el público. Se produjo el pánico…los manifestantes corrieron…  Los motorizados llegaron a escasos metros de donde me encontraba. Megáfono en mano, caminé hacia los guardias con el propósito de parlamentar.  En segundos, con una ferocidad inaudita, manguera en mano y vociferando un torbellino de vulgaridades y a los gritos de:«Aquí está Bernal, pégale, mátalo», se me echaron encima apoyados por numerosos G-2 y otra serie de elementos armados y en civil.  Unos a otros se empujaban para poder golpearme.  Los manguerazos, puñetazos, puntapiés, cayeron sobre mí con furia brutal.  Eran demasiados, era una mancha inmensa con uniformes y mangueras que golpeaba y golpeaba, que levantaba a su víctima cuando caía para seguir golpeándola, que la arrastraba de un lado a otro.

La brutal golpiza alcanzó también a Victor Navas King, quien intervino en forma desesperada para tratar de sacarme del círculo mortal, como también a Doña Elvia Lefevre de Wirz y otra dama desconocida. Las voces de los verdugos repetían: «¡Pégale, Mátalo!».  El más feroz de todos, el que comandaba la agresión, era Fritz Gibson Parrish,  conocido con el significativo apodo de «Sangre».

Luego, en estado de inconsciencia se me condujo al Cuartel Central y mucho después, al Hospital Santo Tomás dónde los médicos me dieron, durante varios días, la asistencia que me salvaría la vida.

 Los responsables directos de la agresión fueron debidamente denunciados por mí en numerosas oportunidades. A pesar de todas las pruebas testimoniales, fotográficas, médicas, videos y demás, el dos de febrero de 1994, el Segundo Tribunal de Justicia, «administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la Ley«, haciendo suyo el adagio «summum ius, summa iniuria», negó la apelación formulada y confirmó la decisión, de  dejar en la más absoluta Impunidad a los criminales.

Autor: Miguel Antonio Bernal
Catedrático – Universidad de Panamá

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