El rechazo de parte de la partidocracia, vieja y nueva, a la necesidad de un proceso hacia una Constituyente
El rechazo de parte de la partidocracia, vieja y nueva, a la necesidad de un proceso hacia una Constituyente, sumado al descarnado oportunismo de los gatopardistas defensores de la paralela, adhieren ahora los ‘inventarios’ de cosas por hacer, pero, eso sí, dentro del mismo sistema antidemocrático y anti-institucional contenido en la constitución militarista impuesta. O sea, aquellos que quieren hacer una torta sin quebrar los huevos.
Han aparecido y reaparecido, en este último Lustro, ciudadanos que al participar, en una u otra forma u organización partidaria en política, pretenden desarrollar un comportamiento de velocistas, olvidando olímpicamente que la política (particularmente en nuestro medio), es antes que nada, cuando de participación ciudadana activa, transparente y dedicada se trata, una carrera de fondo.
Así nos encontramos con numerosos jóvenes y menos jóvenes que, en su desesperación por ‘ascender’, han dejado o más bien abandonado principios, valores, ideales y objetivos, alocados y encantados por montarse en el carro gubernamental dónde las sirenas de la corrupción, el soborno, la rebusca, la figuración, entonan sus cantos para rodearlos con sus tentáculos de lo antidemocrático, lo antipatriótico y, convertirlos en instrumentos dóciles del servilismo y la bajocridad. Además de padrinos de la irresponsabilidad y la incapacidad.
Se hace necesario entonces, establecer las diferencias que existen, también en el terreno político, entre el velocista y el corredor de fondo.
El corredor de fondo vive con el riesgo, casi permanente, de solitario, el velocista siempre corre acompañado.
El corredor de fondo necesita ser tenaz, terco, insistente, acompañado a rato por otros participantes, siempre y cuando logre imponerle su ritmo a la carrera, pero, solo finalmente cuando las metas son más distantes. Al velocista, le basta un esfuerzo y ya, corre mientras mira despectivamente a quienes pretenden disputarle la Gloria inmediata.
El corredor de fondo conoce el comportamiento de los que abandonan, de los espectadores sentados al borde del camino, así como de aquellos que vio pasar veloces y despreciativos. El velocista, imbuido en la competencia, deslumbrado y alterado por la rapidez y la bulla, no piensa, en tanto que el corredor de fondo tiene necesariamente que hacerlo.
Pensar, para los velocistas, es siempre un inconveniente dado que: ‘nada hay más propicio para la tranquilidad del alma que carecer en absoluto de opiniones’, les basta el entusiasmo.
Autor: Miguel Antonio Bernal V.
Catedrático – Universidad de Panamá