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Corregimiento vs Municipio

Terminaba mi artículo del pasado lunes 17, resaltando que: “La abolición de la Constitución de 1946 por el golpe de estado militar de 1968, abrió el camino para la imposición de los corregimientos como base territorial y política, que serviría desde entonces de sustento al régimen político autoritario instaurado por la dictadura y que hoy, aún predomina.”

La imposición de los corregimientos como base política del Estado, en lugar del municipio, ha significado una desnaturalización y deformación de la matriz republicana de gobierno y, en el plano político electoral la ausencia de una relación directamente proporcional entre el número de votos emitidos por los electores y la distribución de los cargos electivos o los escaños.

Ello significa que: “La representación proporcional se contrapone a los sistemas electorales de mayoría que entregan la totalidad de los escaños a los triunfadores, deniegan el acceso a las minorías y, por tanto, pueden parecer desproporcionados e injustos”

Al parcelar el territorio, originalmente en 505 corregimientos y al imponer la elección de un representante por corregimiento, se estableció un patrón mayoritario uninominal. Es decir, cada uno de los representantes es electo sobre la base de la circunscripción electoral llamada corregimiento, pero sin tomar en cuenta el número de ciudadanos electores que habitan el corregimiento.   Ello trae como resultado que más del 50% de los representantes son electos por menos del 10% de la población.

Así, la voluntad ciudadana se ve violentada y, la situación empeora cuando el número de corregimientos va por 700, creando una atomización destructiva de la ciudadanía (la ciudadanía, en el sentido moderno, es nacional por definición), de la solidaridad social, de la integración e identidad nacional, para favorecer los intereses de las minorías que controlan el poder político y se enriquecen sin límites.

En una sociedad como la nuestra, donde el divorcio entre lo social y lo político se acrecienta a pasos agigantados, mantener desterrado de nuestra institucionalidad el municipio como base política territorial, es un error irreparable.

La participación efectiva en la sociedad hasta alcanzar el ser ciudadanos, o sea miembros plenos de una comunidad política, pasa por la remunicipalización del Estado panameño. [Continuará]

Autor: Miguel Antonio Bernal
Catedrático Universidad de Panamá

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