‘El raciocinio y la palabra son emblemas orgullosos de lo humano, a los que no podemos renunciar sin anularnos‘ Fernando Savater
Nuestra sociedad vive una odiosa sobrevaloración de los egos personales, una Sumisión inaceptable al poder y una idolatría al mercado. Hoy día, en Panamá, defender valores es muy mal visto y, peor aún al estar ya en período pre-electorero.
Autoridades y aspirantes a serlos, ven con desprecio a quienes criticamos y, más aún, a los que llamamos a reflexionar sobre lo que nos pasa como panameños y a la mortal y creciente epidemia de conformismo imperante ante la injusticia, la lucha por la verdad y la defensa de lo humanitario.
Hoy por hoy, en Panamá, debemos tener muy presente lo que Julian Benda nos enseña en La traición de los intelectuales, al afirmar que: ‘La labor del intelectual es defender los valores universales, por encima de la política del momento‘.
Desde que se instaló el primer gobierno post-invasión, la clase partidista se enfrascó en una lucha titánica por el control férreo del gobierno, sin importarle planificar el país. El primer gran paso que debió darse, era, y sigue siendo, la necesaria regeneración constitucional de la mano del constitucionalismo, un real y verdadero proceso constituyente.
Sin embargo, no parpadearon en Cohabitar, sin valores democráticos, en un sistema donde se institucionalizaron las prácticas clientelistas, electoreras y paternalistas que, lejos de ayudar a las personas a salir adelante, más bien han sumergido a nuestra sociedad en una dependencia absoluta, combinado con el tradicional ‘juega vivo‘ que parece ser una marca país.
Durante los últimos 32 años, el sistema de justicia lejos de fortalecerse, se ha ido por un abismo del cual pocos se aventuran a rescatarlo, enfrentándose a monstruos internos y externos. La justicia -como sistema- no se cambia de un día para otro y, los intentos, si no son firmes, no van a dar resultados positivos. Un ejemplo claro es la falta de recursos al sistema, la ausencia absoluta de independencia y de transparencia y la pérdida de confianza por parte del Ciudadano en ella.
La enfermiza mezquindad de los partidos políticos y su Tribunal Electoral, en permitir la participación ciudadana y de las organizaciones de la sociedad civil, es responsable, también, de la epidemia de conformismo y de la ausencia de objetivos como país frente a grandes problemas y obras. Abramos nuestras mentes y todas las puertas a los necesarios cambios que se requieren con urgencia notoria.
Autor: Miguel Antonio Bernal
Catedrático Universidad de Panamá