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La Educación en Panamá, un reflejo del sistema Corrupto


Por: Cristian Nieto Guerra – Docente universitario

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La semilla sembrada de la corrupción, alimentada gobierno tras gobierno, ofrece a la población el resultado, los frutos generados que estamos obligados a consumir; siendo la educación afectada por la semilla sembrada por quienes toman las decisiones que dirigen el destino de todo el pueblo panameño.

En Panamá, muchos discursos oficiales hablan de la educación como “el pilar del desarrollo” y “la herramienta para salir de la pobreza”. Sin embargo, estas frases pierden todo sentido cuando se contraponen a la cruda realidad: vivimos en un país profundamente afectado por la corrupción, donde el sistema educativo no solo ha sido abandonado, sino deliberadamente manipulado para imponer el beneficio de pocos, allegados al poder político o económico, en perjuicio de la gran mayoría de la población.

Educación en un sistema corrupto: una paradoja

¿Cómo puede funcionar una educación eficiente si los fondos públicos se desvían constantemente a cuentas personales, campañas políticas o sobrecostos inflados? ¿Cómo podemos hablar de calidad educativa cuando el nombramiento de directores, supervisores e incluso docentes responde más a lealtades políticas que a la meritocracia?

En Panamá, las escuelas rurales siguen en condiciones precarias, muchos educadores carecen de estabilidad, formación continua o de vocación, y los estudiantes egresan sin competencias mínimas para enfrentar la vida. Esto no es casual. Es consecuencia directa de una corrupción estructural que ha convertido la educación en botín político.

Corrupción que sabotea el progreso educativo

La corrupción no solo roba dinero; roba calidad de vida y futuro. En un sistema donde la impunidad reina, no hay incentivo para planificar a largo plazo, evaluar resultados o rendir cuentas. Las reformas educativas se quedan en papel, y los recursos se asignan según conveniencias clientelistas, no necesidades reales.

Se premia la obediencia, no el mérito. Se politiza la gestión educativa. Y se bloquea la transformación curricular que podría formar ciudadanos críticos, conscientes y participativos. En lugar de fomentar la libertad, la justicia o el pensamiento científico, se normaliza el silencio, la dependencia, la búsqueda de una calificación y la resignación.

Un sistema que educa para obedecer, no para cambiar

Bajo estas condiciones, la educación deja de ser un motor de desarrollo y se convierte en un instrumento de domesticación y adoctrinamiento. Así, el sistema educativo termina sirviendo al sistema corrupto en lugar de cuestionarlo.

Se enseña historia sin memoria, cívica sin participación, ciencias sin pensamiento crítico, ética sin justicia. Se forma mano de obra barata para mantener la desigualdad, no líderes transformadores que exijan una nueva realidad.

¿Qué necesita Panamá?

Panamá no necesita solo una reforma educativa. Necesita un nuevo contrato social – Nueva Constitución, que pase por una Constituyente Originaria que garantice:

  • La despolitización de los nombramientos educativos.
  • El blindaje legal contra la corrupción en la inversión pública.
  • La rendición de cuentas obligatoria en el sistema escolar.
  • La formación integral de ciudadanos conscientes y libres.

Solo en un país donde los poderes del Estado estén verdaderamente separados, se garantice una real democracia, justicia social, donde la justicia jurídica funcione por igual y donde la ciudadanía tenga mecanismos de fiscalización y control sobre los gobernantes, será posible construir una educación de calidad y con sentido social.

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