El país está cual nave a la deriva, sin tripulación, sin rumbo y con amenaza de tempestad.
No actuar con sensatez y en la dirección correcta garantizaría el naufragio. Las protestas son consecuencia del hartazgo, ante una administración corrupta, que llegó a saquear y despilfarrar los recursos públicos, en abierto menoscabo de la atención de las genuinas necesidades de la mayoría.