Por: Cristian Nieto Guerra – Docente universitario
En los últimos años, Panamá ha experimentado un deterioro progresivo de su tejido democrático, cuyo origen no es casual ni pasajero. Es el resultado de una estructura de poder que se ha perfeccionado en el arte de la corrupción, legitimando sus abusos mediante leyes hechas a la medida de sus intereses. Los tres órganos del Estado —Ejecutivo, Legislativo y Judicial— han dejado de ser pesos y contrapesos entre sí, para convertirse en cómplices de un mismo proyecto: perpetuar los privilegios de unos pocos, a costa del bienestar de la mayoría.